miércoles, 3 de julio de 2019

La iglesia y sus hijos



Efesios 4:1-16  Yo, pues, el prisionero del Señor, os exhorto a andar como es digno del llamamiento con que fuisteis llamados,  (2)  con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos unos a otros en amor,  (3)  esforzándoos por guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.  (4)  Un cuerpo y un Espíritu, como también fuisteis llamados en una esperanza de vuestro llamamiento:  (5)  Un Señor, una fe, un bautismo,  (6)  Un DIOS y Padre de todos, Quien es sobre todos, a través de todos y en todos.  (7)  Pero a cada uno nos fue dada la gracia según la medida del don de CRISTO,  (8)  por lo cual dice: Cuando ascendió a lo alto, Llevó cautiva una hueste de cautivos, Dio dones a los hombres.  (9)  (Y lo de que “ascendió”, ¿qué es, sino que también descendió a las profundidades de la Tierra?  (10)  El que descendió es el mismo que también ascendió por encima de todos los cielos para llenarlo todo.)  (11)  Y Él dio: a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros,  (12)  con miras al equipamiento de los santos para la obra del servicio, para la edificación del cuerpo de CRISTO,  (13)  hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de DIOS, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de CRISTO,  (14)  para que ya no seamos niños fluctuantes, sacudidos por las olas y zarandeados por todo viento de doctrina en la maniobra tramposa de hombres que emplean con maestría las artimañas del error,  (15)  sino que hablando verdad en amor, crezcamos en todas las cosas en Aquél que es la cabeza, CRISTO,  (16)  por quien todo el cuerpo está siendo estructurado y unido por la provisión de cada ligamento, y según la función sobrenatural de cada miembro, el crecimiento del cuerpo se realiza en amor para su propia edificación.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Mujer del flujo de sangre