domingo, 28 de julio de 2019

Parábola de las 10 minas.



Lucas 19:11-28  (11)  Estando ellos oyendo estas cosas, prosiguió y propuso una parábola, por estar cerca de Jerusalem, y porque ellos pensaban que el reino de Dios iba a ser manifestado inmediatamente.  (12)  Dijo pues: Cierto hombre de noble nacimiento partió para un país lejano a recibir para sí un reino, y regresar.  (13)  Y llamando a diez de sus siervos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad mientras vengo.  (14)  Pero sus conciudadanos lo aborrecían, y enviaron tras él una delegación, diciendo: No deseamos que éste llegue a reinar sobre nosotros.  (15)  Después de recibido el reino, sucedió que él regresó y ordenó que le llamaran a aquellos siervos a los cuales había entregado el dinero, para saber cuánto había ganado cada uno.  (16)  Llegó el primero, diciendo: Señor, tu mina produjo diez minas.  (17)  Le dijo: ¡Bien hecho, buen siervo! Por cuanto en lo muy poco fuiste fiel, ten autoridad sobre diez ciudades.  (18)  Y llegó el segundo, diciendo: Señor, tu mina produjo cinco minas.  (19)  También dijo a éste: Tú también sé sobre cinco ciudades.  (20)  Y el otro llegó, diciendo: Señor, aquí está tu mina, que tenía guardada en un pañuelo.  (21)  Porque te temía, pues eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste y siegas lo que no sembraste.  (22)  Le dice: Mal siervo, de tu propia boca te juzgo. ¿Sabías que soy hombre severo, que tomo lo que no puse y que siego lo que no sembré?  (23)  ¿Por qué pues no diste mi dinero al banco, para que viniendo yo lo demandara con el logro?  (24)  Y a los presentes les dijo: ¡Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas!  (25)  Y le dijeron: ¡Señor, ya tiene diez minas!  (26)  Os digo que a todo el que tiene le será dado, pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.  (27)  Y a aquellos enemigos míos que no quisieron que yo llegara a reinar sobre ellos, ¡traedlos acá y decapitadlos ante mi presencia!  (28)  Y habiendo dicho esto, seguía adelante subiendo a Jerusalem.

miércoles, 3 de julio de 2019

La iglesia y sus hijos



Efesios 4:1-16  Yo, pues, el prisionero del Señor, os exhorto a andar como es digno del llamamiento con que fuisteis llamados,  (2)  con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos unos a otros en amor,  (3)  esforzándoos por guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.  (4)  Un cuerpo y un Espíritu, como también fuisteis llamados en una esperanza de vuestro llamamiento:  (5)  Un Señor, una fe, un bautismo,  (6)  Un DIOS y Padre de todos, Quien es sobre todos, a través de todos y en todos.  (7)  Pero a cada uno nos fue dada la gracia según la medida del don de CRISTO,  (8)  por lo cual dice: Cuando ascendió a lo alto, Llevó cautiva una hueste de cautivos, Dio dones a los hombres.  (9)  (Y lo de que “ascendió”, ¿qué es, sino que también descendió a las profundidades de la Tierra?  (10)  El que descendió es el mismo que también ascendió por encima de todos los cielos para llenarlo todo.)  (11)  Y Él dio: a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros,  (12)  con miras al equipamiento de los santos para la obra del servicio, para la edificación del cuerpo de CRISTO,  (13)  hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de DIOS, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de CRISTO,  (14)  para que ya no seamos niños fluctuantes, sacudidos por las olas y zarandeados por todo viento de doctrina en la maniobra tramposa de hombres que emplean con maestría las artimañas del error,  (15)  sino que hablando verdad en amor, crezcamos en todas las cosas en Aquél que es la cabeza, CRISTO,  (16)  por quien todo el cuerpo está siendo estructurado y unido por la provisión de cada ligamento, y según la función sobrenatural de cada miembro, el crecimiento del cuerpo se realiza en amor para su propia edificación.

Mujer del flujo de sangre